LEIMOS QUE EN ESTADOS Unidos existen aproximadamente 2.2 millones de personas dedicadas a capturar y mantener tras barrotes a 2 millones de presos. Imagínense lo que puede significar para cualquier país captar así sea el 1% de ese mercado.
Otros mercados boyantes son los de la industria de la atención a los viejos, cuya demanda en países desarrollados crece al disminuir la relación del número de jóvenes a viejos. Igual así los de la industria del cuidado prolongado, donde los continuos avances de la medicina parecieran generar una demanda casi infinita.
Extraña entonces la insuficiente atención que los países en vías de desarrollo le dan a estos servicios al negociar sus tratados comerciales, considerando sus actuales y competitivos salarios, y que, por el otro lado, a ellos sí les obliga a abrirse al sector de servicios vía banca, seguros, auditoria, etc.
Como ejemplo, el impacto económico para un país pobre de una escuela que gradúe anualmente algunas miles de excelentes enfermeras bilingües, para trabajar en el mundo o en su propio país, podría superar los beneficios que un tratado comercial tendría en su agricultura e industria manufacturera juntas. Por cierto, las enfermeras cancelarían sus créditos educativos, quizás hasta con más facilidad que economistas como yo.
Además, dada las tensiones que se producen cuando millones de personas buscan emigrar como sea hacia los mercados laborales de los países desarrollados, para poder producir remesas familiares, sorprende no oír que la mejor manera de evitar esa inmigración ilegal, la que con frecuencia se destina de una manera u otra a cuidar presos, enfermos y viejitos, sería enviando esta misma clientela a los países en vías de desarrollo para ser atendidos.
Una apertura real en los servicios le permitiría a los países pobres acceder a fuentes de crecimiento económico sostenible, al mismo tiempo que aliviaría las presiones que los costos de atender presos, viejos y enfermos ejercen sobre las finanzas de los países desarrollados, hasta tal grado que incluso amenazan con hacer insostenibles a sus propias eco nomías.
¿Ideas nuevas? ¡Qué va! A Papillón lo mandaron preso a Guayana y Australia se fundó con presidiarios exportados. Ya existen gobiernos europeos que sufragan de una manera u otra la estadía de sus viejitos en lugares como Las Islas Canarias, y la historia esta llena de ejemplos de quienes tuvieron que ir a otros lugares a cuenta de enfermedades como la tuberculosis.