noviembre 20, 2003

La Maldición

Últimamente se están publicando, como arroz, artículos que analizan la supuesta maldición que pesa sobre los países ricos en recursos petroleros. A primera vista parecería que existe cierta base de sustento para estas teorías del oscurantismo, sin embargo, para su debida lectura, es importante aclarar uno que otro detalle.


Ante nada y a juzgar por la inmensa cantidad de ofertas existentes para liberarnos de esta carga maldita, es obvio que no estamos hablando de una maldición común. Hay hasta quienes generosamente se ofrecen a asumir sus riesgos, incluso pagándonos por el derecho a tal sacrificio. 


Un exorcismo sugerido es el de salirnos de la OPEP para vender el petróleo a su costo marginal de extracción, garantizándonos así el evitar ganarnos la sucia renta por el petróleo. Otra vía es la de privatizarlo, contra un sabroso y tentador pago inicial, para cancelar así la actual deuda pública… ¿y endeudarnos de nuevo? Como podrán observar, ambos métodos tienen una extraña similitud con la venta del sofá. 


Por último, considerando que al fisco europeo le entran unos 100 dólares netos por barril, mientras que a quienes sacrifican el recurso sólo les tocan 25 dólares, brutos, tampoco resulta demasiado evidente quién es el maldecido. 


Lo indiscutible es que los ingresos petroleros no se han usado bien, pero como podrán entender, ello tiene menos que ver con la abundancia de recursos y más con el maldito sistema usado para distribuirlos. Actualmente la totalidad de la renta petrolera le entra solita y sin esfuerzo a las arcas del gobierno, desequilibrando así al sistema democrático, ya que todos sabemos que el feliz tenedor de una chequera petrolera repleta, tiene pocos incentivos para hacerle caso al ciudadano. 


¿Cómo salirnos de esta? Para comenzar y por la evidente e incurable falta de talentos de nuestros gobernantes, debemos aplicar la parábola de los talentos al revés y baipasearlos, delegando una mayor parte de la administración de los ingresos petroleros directamente en la ciudadanía. 


No obstante, como nosotros los societarios civiles no somos muy distintos de nuestros políticos, de tal palo tal astilla, quizás deberíamos, por si a las moscas, pagar los dividendos petroleros con cesta tickets educativos. 


¿Chances de ello? Pocos, debido a esa sí que verdadera maldición, esa que lleva a nuestros dirigentes a creer que todo lo malo del pasado se cura milagrosamente con la llegada de ellos al poder (con la chequera) y, a nosotros, a creerles.


El Universal




noviembre 06, 2003

Juntos o revueltos

Si observan a Venezuela y a Colombia en un mapa sabrán, que a la larga, será imposible evitar las múltiples oportunidades que brindaría su integración, por lo que resulta claro que o los dos países se unen, o uno de los dos agarra al otro, o alguien los rejuntará… a lo macho, bajo el paraguas de sus propios intereses geopolíticos. ¿Qué prefieren?
Contemplar como los países Europeos, con todas sus diferencias, siendo las lingüísticas las menores, hoy, a menos de sesenta años de la guerra se subordinan a una comunidad político-económica y andan redactando una constitución común, con el humilde propósito de tratar de mantener su nivel de desarrollo, sirve para destacar la pequeñez de nuestras dirigencias políticas de Colombia y de Venezuela, de ayer y de hoy
Ambos países andan mal, muy mal sin duda, pero en lugar de buscar capitalizar las posibilidades de una verdadera unión de mercados, que permitiera recuperar ese rumbo perdido jamás encontrado, nuestros liderazgos, si es que se pueden catalogar así, más bien se dedican a alimentar y a avivar tensiones, ocultando sus propias ineptitudes.
No es fácil diseñar en el mundo de hoy un plan, que permita simultáneamente alimentar a un pueblo urgido de sueños e inspirar la credibilidad que exigen los mercados. Comprometernos a fondo con la integración y comenzarla estableciendo una cónsona política monetaria, cambiaria y comercial, debe ser uno de los principales componentes de cualquier plan capaz de ofrecernos un futuro mejor.
¿Cómo lo hacemos? Ojalá lo supiese, pero les confieso que no tengo la menor idea… excepto saber que requiere de un liderazgo capaz de subordinar las pequeñeces de hoy a las grandezas del mañana, lo que pareciese muy difícil de lograr en un mundo donde las demandas crecientes de nuestros pueblos por una gratificación inmediata, son superadas por las de la mayoría de nuestros políticos.
No obstante y por aquello de que de toda crisis significa una oportunidad…si pensamos en la tamaña crisis que viven nuestros países, quién sabe si de repente, cuando tantas necesidades materiales se hayan juntado con tantas necesidades espirituales, se lleguen finalmente a dar las condiciones para que podamos despertarnos de nuestro letargo y cumplamos con ese mandato histórico de alcanzar una Gran Unión.
Claro que siempre existe la cuarta alternativa, la peor entre hermanos, que surja un nuevo mundo bipolar con una gran muralla colombo-venezolana como frontera.
El Universal, Caracas 6 de Noviembre de 2003