febrero 26, 2001

El agua del carnaval global

El agua del carnaval global
Hace unos años comencé a reflexionar sobre el agua, cuando descubrí una botellita de agua importada de Francia, cuya etiqueta declaraba que pertenecía a la cosecha del año 1998, pero que, a diferencia del vino, no mejoraba con el tiempo y sólo podía ser “consumida sin riesgo para la salud” hasta el 27 de Julio del 2000. Me preguntaba ¿qué esperarán que haga con ella llegado el 28 de Julio del 2000?
Carnaval es buena época para seguir meditando sobre el tema, especialmente en su estado globalizado. En Venezuela existen dos aguas minerales que compiten por la atención del consumidor: Nevada y Minalba.
Nevada establece en su etiqueta que su origen es de Pozo Profundo y Hecho en Venezuela, pero, eso sí, bajo la autorización de The Coca Cola Company. Ajustándose a normas más flexibles, no fija una fecha para su consumo libre de peligro para la salud, limitándose a establecer que “es mejor antes de...” Si el consumidor tiene alguna duda sobre el agua que ha de beber, puede llamar al 800 TOMEN, donde me supongo atienden su sed de conocimientos las 24 horas del día.
La otra marca, Minalba, no referencia una prestigiosa autorización internacional, lo que no la hace menos globalizada, ya que en su etiqueta no sólo se lee en inglés “Natural Spring Water”, sino que además adopta normas mundiales para declarar su contenido nutricional al incluir la indispensable información de: Calorías 0, Grasas 0, Carbohidratos 0, Proteínas 0 y Sodio 0.
Por supuesto que ambas aguas están equipadas con su código de barras, para que puedan viajar por el mundo, sin perder su identidad. Y la identidad debe ser importante ya que Perrier, la madre de todas las aguas – en precio - ha sido declarada de interés nacional por las autoridades francesas, lo que por supuesto se imprime en su botella.
Hoy, lunes de carnaval, los pongo a meditar acerca de qué será más importante para la globalización del agua, su identidad: el ser francesa, o su tecnología: el estar autorizada por Coca Cola. La respuesta tendrá implicaciones para las respectiva balanzas comerciales ya que, o terminan jugando carnaval en París con La Carioque o habrá que bañarse en Río de Janeiro con Perrier.
Entretanto, y esperando no haberle aguado el escocés a los globalizadores, me quedo con la ilusión de que el agua con que me carnavaleen este año, ni esté vencida, ni incumpla las estrictas normas Norven.


febrero 15, 2001

Sólo bajo estricta invitación

Hace poco, Camdessus, ex-director gerente del Fondo Monetario Internacional, declaró sin ruborizarse que “Nunca hemos forzado a ningún país a liberalizar sus cuentas de capitales. ¡Jamás!” 
La declaración me pareció similar a la de un traficante de drogas, que inicialmente regala la droga para crear la adicción y luego, en su defensa, sostiene que jamás obligó a persona alguna a comprarla.
Las políticas del FMI para la época y que bastante protesté, se centraban en aumentar los impuestos, haciendo caso omiso a que el país se encontrara en una recesión y en imponer una política monetaria con exorbitantes tasas de interés. Como consecuencia, se agravó la recesión y se fortaleció artificialmente el bolívar, asesinándose así las oportunidades de inversión a largo plazo y atrayendo, debido a los inmensos rendimientos reales, capitales especulativos a corto plazo. Los capitales golondrina no sólo eran consecuencia directa de las políticas del FMI, sino que además su sola presencia era el principal indicador para medir su éxito.
Si hoy hay conciencia del daño que causan tales capitales, ¿por qué entonces no se hace nada? Como en tantos otros aspectos sostengo, que la causa de nuestra timidez para actuar se debe a un complejo de insuficiencia globalizadora, causada por tanto repetir el falso mantra de “Nos globalizamos o nos morimos”. 
En 1983, después de la devaluación, cuando alguien le increpó a las autoridades acerca del por qué no habían puesto controles de cambio antes, se le respondió con un “para qué cerrar las puertas de los establos si los caballos ya se fueron”. Al respecto, considero que para controlar flujos especulativos, es mejor hacerlo antes de que entren al país y no después. Quienes crean que se puede ganar algo dejando entrar los capitales, para luego retenerlos contra su voluntad, no conocen de la materia. Para comenzar, el daño que causan esos capitales al entrar puede llegar incluso a superar el daño que causan al salir.
En cierta forma, Venezuela ha tenido la suerte de no haber contado, durante la última década, con la confianza en demasía del inversionista cortoplacista. En la presente coyuntura, cuando algo de racionalidad económica nacionalista puede nuevamente convertir a Venezuela en un Boccato di Cardinale, debemos asegurar que a la fiesta no se nos cuelen invitados poco deseados.
En tal sentido, sugiero establecer de inmediato reglas, impuestos o encajes especiales, que disciplinen la entrada de capitales a corto plazo. El momento puede también ser oportuno para que, con exoneraciones fiscales y programas de conversión de deudas, demostremos nuestro interés por las inversiones nuevas a largo plazo.
Al controlar el flujo de capitales, lo que más importa es su plazo y no su origen. Por esto, los controles también deben afectar al capital venezolano, que si bien tiene y siempre debe tener el derecho a poder salir, no debe tener el derecho de entrar cuando le dé la gana, sólo para aprovechar una coyuntura cortoplacista. 
Amigos, no me he vuelto loco cuando en plena recesión, pretendo cerrar la puerta a capitales. Sólo busco asegurar que nuestro país logre atraer los capitales que le interesan, aprovechando además promocionar a Venezuela de la manera como se promociona algo verdaderamente bueno, es decir, como algo exclusivo cuyo acceso está restringido.

Publicado en El Universal el 15 de Febrero de 2001




febrero 01, 2001

No, gracias

 No, gracias


El párrafo que sigue lo extraigo verbatim del UK Energy Report 1999, publicado por el Ministerio de Comercio e Industria de Inglaterra.

El precio al detal de los productos se determina en gran parte por los impuestos, especialmente para los combustibles. Las cifras anexas ... ilustra la creciente proporción del precio de la gasolina, atribuible a los impuestos. La incidencia de los impuestos, ...explica alrededor del 85 por ciento del precio final de la gasolina sin plomo...  Se espera que los precios sigan creciendo, dado el compromiso del Gobierno Inglés de aumentar los impuestos al petróleo en promedio un 6% anual, por encima de la inflación."
Las cifras del reporte indican que el precio de la gasolina sin impuestos, bajó de 15 a 10 peniques por litro entre 1980 y 1999, una disminución del 33%. No obstante para el mismo periodo en Inglaterra, el precio al consumidor pasó de 26 a 68 peniques por litro, aumentando el 162%. La explicación de tal fenómeno se encuentra en los diversos impuestos a la gasolina, que de 11 peniques en 1980 se elevaron a 58 peniques por litro para 1999, un incremento del 427%.
Los impuestos, aplicados de manera discriminatoria al petróleo, que favorecen por ejemplo al carbón, afectan tanto el volumen como el precio de venta de nuestro principal producto de exportación y perjudican por lo tanto directamente a nuestro país. Toda Europa aplica impuestos del mismo orden y las demás economías consumidoras, exceptuando los Estados Unidos, evolucionan en esa misma dirección.
Fue sólo hace pocos meses que se comprendió la magnitud de estos impuestos y las consecuencias, por lo menos en Europa, fueron serias protestas por parte de los consumidores. Habrá que observar si en el 2001, países como Inglaterra y Alemania, aún cuando desnudados, prosiguen con sus alzas preprogramadas.
El relativo silencio de Venezuela y de otros países petroleros, los verdaderamente agraviados, sorprende. En ocasiones me pregunto si tal pasividad tendrá su origen en el hecho de que en este mundo globalizado, aún todos se mueren por la posibilidad de que algún día La Reina, los invite a tomar té en su palacio. 
En Noviembre del 2000, el presidente de la Fundación Europea de Energía de la Unión Europea, con gran cinismo anunció que en el diálogo entre consumidores y productores del petróleo, se podría discutir de todo, menos de los impuestos, ya que éstos no afectaban significativamente el consumo.
En Diciembre del 2000, la Unión Europea anunció un donativo de 55 millones de euros para la reconstrucción de Vargas, a ser desembolsado en dos años.
En un mundo que pregona el libre comercio, los impuestos al petróleo constituyen una hipocresía. Puede que yo, por ser venezolano descendiente de europeos reaccione en especial, pero estoy convencido de que tenemos que situar nuestra protesta en su correcta dimensión. En tal sentido, y aún cuando jamás hubiera rechazado la ayuda ofrecida por los Estados Unidos durante la tragedia en Vargas, hoy no dudaría en responderle a Europa: No gracias, no queremos su donativo, esa cantidad equivale a la que Venezuela obtendría cada semana si Ustedes, sobre las bases de un falso ambientalismo y una voracidad fiscal real, no aplicasen impuestos que discriminan al petróleo. No ayudaremos a calmarles su conciencia institucional, aceptándoles unos insolentes trueques con espejitos limosneros.