Los países consumidores de petróleo han venido aumentando los impuestos que le aplican a los derivados del petróleo. Tal es el caso de Inglaterra, donde los impuestos a la gasolina han subido desde un 85% ad valorem en 1980, hasta un 465% para 1998. Llevo años protestando en contra de estos impuestos, que de no existir, permitirían vender la gasolina en Europa a una quinta parte de su valor actual, con lo cual aumentaría la demanda mundial por el petroleo, lo cual, en términos generales, debería ser algo bueno para un país petrolero.
Hace pocos días el Dr. Juan Carlos Sosa Azpúrua, quien se presenta como profesor de energía y desarrollo en la UCAB y USB, publicó un artículo en El Universal titulado "Los impuestos al petróleo no son el problema". Mucho se lo agradezco, por cuanto ello me ha brindado la oportunidad para aclararle, tanto al profesor como a otros ciudadanos, algunos aspectos sobre la materia.
Para sustentar su tesis el profesor presenta tres argumentos. El primero de ellos, que no hay nada que hacer y en tal sentido expresa que "La lucha para disminuir los impuestos es ilusoria y estéril." Como segundo argumento sostiene que los impuestos son buenos per se - al resultar de la "evolución de la sociedad contemporánea (que) tiene implícito un cambio en la conciencia colectiva con respecto a la calidad de vida. Por último, argumenta que los impuestos son irrelevantes para la renta petrolera - ya que empresas como Shell, BP, Exxon y Repsol venden más crudos que Venezuela y obtienen seis veces mayores ingresos.
No voy a cuestionar hoy su argumento acerca de de si podemos o no hacer algo, ya que ello me obligaría a debatir sobre el concepto de Nación y la forma de cómo entender la vida. Sólo me pregunto o, mejor dicho, le pregunto ¿qué otras cosas creemos poder defender en Venezuela, si ni siquiera estamos dispuestos a defender nuestro petróleo?
En cuanto a la supuesta bondad de los impuestos, observo que el Profesor Sosa les atribuye tal cualidad basado en unos argumentos ambientales, que podrían ser comprensibles y en ciertos argumentos fundados en unos beneficios fiscales, que me resultan poco comprensibles.
Al igual que el Profesor Sosa comparto todas sus inquietudes ambientalistas por lo que, cuando sostiene que mientras los precios de la gasolina sean altos, tanto el consumo como la contaminación se mantienen reprimidos, ello pudiera resultar razonable, si lo consideramos aisladamente. Lamentablemente, al referirse dos veces en su artículo a los impuestos a la gasolina junto a unos supuestos impuestos al carbón, el Profesor revela un cierto desconocimiento de la materia. Estudios más a fondo le enseñarían que los impuestos (ambientales) sólo se aplican al (sucio) petróleo mientras que el (limpio) carbón, no sólo se salva de éstos, sino que en países como Alemania y España recibe hasta subsidios.
Yo sostengo que los impuestos a la gasolina, por la forma como son aplicados, son abiertamente discriminatorios y no tienen nada que ver con una política ambiental. Además, si lo que se busca es mantener los precios altos para ayudir a reducir el consumo, a cuenta de qué no somos nosotros, los vendedores del petróleo, que constituye un activo no renovable, quienes recibimos tales ingresos en lugar del Fisco europeo. El Profesor Sosa dice que con esos ingresos el fisco logra subsidiar empresas, que incursionan en la investigación y producción de celdas fotoválticas solares .... ¡muy bien Profesor! Yo lo que me pregunto es por qué tales ingresos son usados para subsidiar sus empresas, cuando deberían ser para subsidiar a las nuestras.
Donde sí reconozco que me pierdo en la argumentación, es cuando entre las bondades de los impuestos a la gasolina el Profesor Sosa menciona que "En los últimos años, países como Inglaterra, Suiza,..... España y Dinamarca han incrementado considerablemente los impuestos a la gasolina y los de carbón (¿carbón?), bajando simultáneamente y proporcionalmente los impuestos sobre la renta personal, los tributos a la actividad agrícola y otros, haciendo de esta forma que el impacto negativo del incremento de los impuestos a la gasolina sobre la actividad económica sea nula, y sea más bien favorable ..." Tal como yo lo leo, el Profesor considera como bueno que los impuestos a la gasolina hayan ayudado a bajar los impuestos personales de los europeos, así como a apoyar más aún la ya tan subsidiada agricultura Europea. De ser esto cierto, debo discrepar con el Profesor – puede que sean maravillosos para el europeo, pero a mí, ni a los demás venezolanos no nos confieren beneficio alguno.
En cuanto a la comparación que hace con las demás empresas petroleras, debo recordarle al Profesor que el efecto de los impuestos para un simple intermediario, para quien lo único que importa es la obtención de su margen, no es lo mismo que el efecto que tiene para quien ve disminuido el valor de sus recursos naturales no renovables. El Profesor Sosa recomienda, como remedio para el bajo precio del petróleo, salir a competir de tú a tú en el área de la comercialización petrolera, basado en que tales empresas ganan mucho. Igualmente válido sería entonces recomendarle a PDVSA, Shell, Repsol y Exxon dedicarse a competir con Microsoft, que gana aún mucho más.
A principios de 1999, cuando el precio de la gasolina en Europa se ubicaba en US$ 1 y el productor sólo recibía 12.5 cts, ya existían en Inglaterra y en Alemania programas de aumentos a los impuestos a la gasolina, que proyectaban su precio para el 2006, en casi US$ 2.50 por litro (con los mismos 12.5 cts. para el productor) Ante tal evolución, me parece que la recomendación que hace el Profesor Sosa de consolidar nuestra capacidad de producción petrolera parece algo arriesgada, ya que con los impuestos obviamente se busca eliminar toda la demanda por el petróleo. Por supuesto, nadie puede sostener que los impuestos petroleros sean El Problema en Venezuela pero, en materia petrolera, como que sí lo son.
Finalmente, en su artículo el Profesor Sosa sostiene que a las demás empresas petroleras les ha ido bien por cuanto se concentran en su negocio "sin pretender cambiar la conciencia del mundo y mucho menos regalarle su soberanía a entes como la OPEP". Por cuanto tengo el orgullo de que mi hija haya logrado entrar a una de las Universidades donde el Profesor Sosa instruye, le ruego que no vaya a ensañarle cómo regalar nuestra soberanía al fisco europeo.