febrero 28, 2002

A los militares de mi pais

A los militares de mi pais

Entre 1980 y 1999 Inglaterra, como tantos otros países, elevó con impuestos el precio de la gasolina al consumidor de 26 a 68 peniques por litro, simultáneamente que el productor veía disminuir su ingreso de 15 a 10 peniques. Esto ocurría justamente mientras Venezuela desmontaba la estructura arancelaria con la cual protegía la actividad económica nacional: industria, agricultura y servicios y firmaba convenios que la obligaban a respetar las fuentes de ingresos de los países desarrollados: propiedad intelectual, marcas y patentes. 
Hoy tenemos que por el agua europea importada, que se vende en Venezuela a Bs. 1.000 por litro, nuestro Fisco recibe 200; mientras que por la gasolina que se vende en Europa a ese mismo precio, el Fisco europeo se cobra 800. El alto margen que le queda al vendedor del agua le permite promocionar su marca hasta el punto de que, aún cuando el país está en crisis, muchos consideran a esa agüita como indispensable; mientras que en Europa los ingresos que percibe su Fisco por la gasolina le permiten a éste, disfrazado de ambientalista, subsidiar al carbón y demás fuentes de energía que compiten con el petróleo. 
Tengo ante mí 19 fechas en que se aumentaron los impuestos al petróleo, sin embargo no consigo registro alguno de que quienes representan nuestros intereses petroleros hayan protestado en su oportunidad por tales atropellos. Ello evidencia que nuestras fronteras económicas han estado totalmente desguarnecidas, como si una división de guerrilleros hubiera estado entrando por Maiquetía todos los días, sin que ninguno de nuestros militares se haya dado cuenta. 
Nadie puede alegar que esta guerra económica haya sido clandestina. España ha declarado oficialmente que su subsidio al carbón tiene como finalidad “alterar el orden económico” y hacer al carbón más barato que el petróleo. 
Ni hablemos de nuestras guerras civiles, por ejemplo la eléctrica, donde a pesar de nuestras riquezas energéticas enfrentamos un racionamiento y todo el sector es un caos. En Margarita, a cuenta de nuestra cuota OPEP, se genera electricidad a punta de petróleo, mientras que exportamos hidroelectricidad a Brasil, incluso a menores precios de la que compramos a Colombia y ni hablar de las políticas tarifarias, donde nuestras autoridades no tienen la menor idea de dónde vienen ni adónde van y no olvidemos la electricidad que se roba y las facturas que no se pagan. 
Un país tiene varias fronteras que defender. En condiciones normales Ustedes estarían a cargo de la territorial y nosotros, digamos los de la sociedad civil, de la económica y cultural. No obstante, en circunstancias extremas, como de una guerra, deberíamos recurrir el uno al otro, para darnos mutuo apoyo. 
¿Qué espero de Ustedes? Exactamente no lo sé. Sólo les ruego que antes de considerar sacrificar la vida de un joven venezolano en defensa de nuestra frontera territorial, se aseguren de que ésta no sea sólo una cáscara, por haberse vaciado nuestro país en lo económico y en lo cultural.




febrero 25, 2002

Dejá vu

Al día siguiente de la devaluación del viernes negro de Febrero de 1983, pensando que ya nos sería imposible viajar al exterior por lo costoso y que necesitaríamos una distracción local, mi esposa y yo nos compramos... unos patines. Los míos los usé una sola vez en el Parque del Este, a un costo horrible por metro patinado, debiendo cifrar mi esperanza de recuperar algo del hedge cambiario en conseguir un fanático coleccionista de patines, interesado en un modelo passé...¡2x2! 
Este Febrero de 2002, cuando nuevamente salimos de compras para salvar mi poder adquisitivo, abrí la maleta del carro y les juro... ahí estaban los patines recordándome a gritos no comprar nada que no hubiese comprado antes de la devaluación. También les recomiendo no comprar lo que no vayan a consumir pronto, pues hace poco tuve que preparar una sangría con un Chateauneuf du Pape 1977, también passé. 
De 1983 tengo un difuso recuerdo de que por ser el año bicentenario del nacimiento de Bolívar, nadie quería devaluarlo, por lo que se pospuso hasta más no poder. Muchos se preguntarán ¿cómo rayos caímos de nuevo en la trampa de requerir un macro ajuste cambiario, cuando todos sabemos que resulta menos traumático hacer ajustes pequeños y continuos? Desde 1997 he escrito más de 20 artículos donde rogaba, hasta de rodillas, que no se permitiera acumular una sobrevaluación importante, por lo que yo no fui 
Si bien nuestros seudo gobiernos son los responsables directos, los autores intelectuales del crimen fueron aquellos teleconomistas, que desde años predican una moneda fuerte, sosteniendo que la pérdida de la competitividad nacional y el cierre de empresas es un sacrificio que merecen los dioses de la economía. El desdén con que se referían a devaluacionistas y proteccionistas provocó que políticos y empresarios, para no quedar mal, se fueran por la alternativa, socialmente más aceptable, de bajar la santamaría e importar. 
Hace poco, uno de esos culpables, el que se promociona como el gran gurú de la ética, habló despectivamente de las cooperativas y hoy entiendo el porqué. El 15 de Febrero los trabajadores de Alucasa, la gran planta de foil de aluminio en Guacara, formaron su cooperativa y el entusiasmo que observé en ellos me hace creer que entre estos nuevos empresarios pueda renacer la voluntad por defender el empleo y la producción nacional, digan lo que digan los expertos.
El Universal el 25 de Febrero de 2002



febrero 14, 2002

Reinvindiquemos la indexacion

EL BISTURI es un instrumento con el cual se salvan vidas pero que, usado como machete, causa estragos. Los créditos indexados son útiles para financiar viviendas en economías con inflación, pero en Venezuela y de acuerdo a la reciente sentencia del Tribunal Supremo de Justicia da la impresión de que fueron usados a machetazos.
Si la tasa de inflación es del 25%, las tasas de interés, para no perder capacidad adquisitiva, buscarán ubicarse por encima de ese nivel, por ejemplo en un 30%. Entonces, por un crédito de 50 millones a 20 años, el deudor pagaría por el primer año: 15 millones en intereses y 2.5 millones por amortización, para un total de 17.5 millones. A final del año, si bien el saldo de la deuda sería de 47.5 millones, sin embargo su valor real sería mucho menor, por cuanto las tasas de interés llevan incorporada la amortización de la inflación (en un solo año y no en 20), evidenciándose que la deuda se amortizó de forma mas rápida a lo que estaba programado.
No hay nada incorrecto con lo anterior, excepto que para la mayoría de los que desean adquirir una vivienda resulta necesario que los plazos de amortización sean verdaderamente largos. Con los préstamos indexados, se busca justamente asegurar que los plazos nominales, sean plazos reales. 
Como 47.5 millones, después de una inflación del 25%, equivaldrían a 59.4 millones, una manera de indexar sería otorgando un nuevo préstamo por 11.9 millones, lo que reduciría el pago neto del deudor ese año de 17.5 a 5.6 millones, permitiendo al acreedor ganar un 5% real, recuperar 1/20 de su capital y cobrar aún, en valores reales, los restantes 19/20. 
Según concluyo de la sentencia del TSJ, el principal error fue que en lugar de aplicarse tasas de interés correctamente arbitradas a los préstamos indexados, se usaron unas supuestas tasas de mercado, que resultaron absolutamente irrelevantes por cuanto no tenemos un mercado financiero a largo plazo. Amarrar a un deudor hipotecario a la volatilidad de los intereses a corto plazo, en una economía inestable, es un crimen, como también es un crimen otorgar créditos a largo plazo usando fondos a corto plazo.
Para evitar que la decisión del TSJ, que puede hacer cierta justicia con unos miles de deudores, no sea injusta con los millones que necesitan de los créditos, hay que rediseñar el sistema para que funcione. En tal sentido, veo con tristeza que el TSJ, al prohibir el cobro de intereses sobre intereses para el caso de los créditos de viviendas ajenos a los planes de asistencia habitacional, argumentando que tales créditos no presentan las características de un fondo mutual habitacional, ignoró que todo nuestro sistema financiero es en sí nuestro principal fondo mutual.
Con créditos a largo plazo para la vivienda, que en términos reales representen un costo del 7.5% para el deudor, un 5% de rendimiento para el ahorrista y un 2.5% de margen para el intermediario (con un alto volumen), todo el mundo estaría feliz... inclusive el Estado, ya que la mejor manera de minimizar los subsidios, que puedan requerirse, es utilizando un sistema justo para todos. 
El Universal el 14 de Febrero de 2002