noviembre 17, 1998

Por favor, menos payasería global

Con frecuencia, he cuestionado, tanto la manera como Venezuela ha tratado de implementar las llamadas “políticas de mercado”, como la forma en que hemos enfrentado los retos planteados por la globalización. La inocencia, con la cual muchos de nuestros dirigentes públicos y privados han aceptado una serie de dogmas, sólo la puedo calificar, en el mejor de los casos, como infantil. 
Recientemente, en una misma semana, al leer las declaraciones de un humilde técnico textil venezolano y las de Henry Kissinger, me sentí acompañado en mi preocupación. El primero, en una opinión que me pareció cargada de sabiduría, acusaba a nuestro país de ser un "payaso de la globalización"; mientras que, el renombrado Kissinger, en el Washington Post, alertaba sobre los riesgos de una globalización indiscriminada. 
El reciente debate entre industriales e importadores, me permite reiterar algunas observaciones. El propósito de éstas es, principalmente, inducir a un debate académico.
Para comenzar, sostengo que debería estar prohibido, sobre la base de constituir una absoluta deshonestidad intelectual, emitir concepto alguno, relativo al desarrollo económico de Venezuela, sin antes aclarar, qué premisa petrolera, se utiliza. 
Me explico. O el petróleo es un valioso recurso natural no renovable o es un recurso cualquiera. El primer caso, nos impone una altísima responsabilidad fiduciaria para con futuras generaciones, en tanto que, el segundo, en principio, sólo nos obliga a una gerencia coyuntural, es decir, explotarlo rápidamente, mientras estén dadas las simples condiciones de que su precio supere los costos de explotación.
Cualquier analista puede percatarse de que la respuesta, que se dé a la pregunta anterior, debe fundamentar cualquier propuesta a desarrollarse, con el propósito de trazar un rumbo coherente para nuestro país. El hecho de que, con tanta frecuencia, se ignore, es la principal causa de la actual falta de orientación, que sentimos todos.
Comienzo entonces, por aclarar que, en lo personal, pertenezco a ese, cada día, más reducido grupo, que aún declara, que el petróleo es un recurso natural no renovable y de un valor real (a largo plazo), con toda seguridad, muy superior al valor actualmente decretado por un mercado ávido por dinero y poco informado. No obstante lo anterior, quiero dejar perfectamente claro, que no pertenezco a aquéllos, que paralizarían la actual expansión de la capacidad de la industria petrolera. 
Todo lo contrario, creo que, expandiendo nuestra capacidad de producción a seis millones de barriles diarios o más, estaríamos en mejores condiciones para lograr obtener, vía la pelea por mercados o negociaciones estratégicas, basadas en la seguridad de suministros, un precio mucho más cónsono con el verdadero valor del petróleo. Lo ideal sería tener una capacidad instalada tan inmensa, que necesitásemos producir una cantidad muy pequeña. 
Claro está que, si la razón para la actual expansión, sólo es la de generar mayores posibilidades de ingresos, para que unos políticos dispendiosos satisfagan los deseos materiales de unas generaciones de vividores, simplemente, no puedo estar de acuerdo con ésta.
Pero, volvamos al propósito de este artículo, como lo es el comentar sobre Venezuela en un mundo global. 
Al haber fijado mi criterio en cuanto al petróleo, como recurso valioso no renovable, tengo el derecho de argumentar, que la gran mayoría de los ingresos de Venezuela, que hoy se registran en nuestra balanza comercial, no provienen de una actividad productiva, sino de una liquidación de activos. 
En otras palabras, el rol del petróleo, en nuestra balanza comercial, se parece mucho más al rol cumplido, tradicionalmente, por los lingotes de oro. Estos eran entregados por un Banco Central a otro, para compensar un déficit comercial, y no como una contrapartida comercial directa por los bienes que se importaban.
Lo anterior significa hoy, que Venezuela, en lugar de presentar un saldo positivo en nuestra balanza comercial (algo a que nos han inducido creer nuestros mas inteligentes y menos inocentes competidores), presenta un gigantesco déficit comercial. Esto no sólo justifica, sino también obliga a reconsiderar toda nuestra política comercial.
Entre las instrucciones iniciales, que deberían darse a nuestros negociadores comerciales, responsables de defender a nuestro país, en un mundo donde, no obstante ser clasificado como de globalización y apertura, sigue siendo un mundo donde prevalece una guerra comercial mundial, a cuchillo, se encuentran las siguientes:
Primero: Aspirar y negociar el equilibrio de nuestra balanza comercial, en términos de empleos generados y no, como hasta la fecha, en unos simples términos de dólares transados.
Segundo: No aceptar más que Venezuela coopere con la economía mundial, bajando aranceles y reinvirtiendo (de forma alegre y sin discriminación) toda su capacidad de compra, mientras que muchos países, que pregonan la apertura comercial, imponen impuestos directos al consumo de gasolina que, de una forma u otra, impide a los "liquidadores del petróleo" obtener el mejor precio por cada barril petrolero "liquidado".
Tercero: Aprender la importancia de que, en el momento de negociación, se pueda evidenciar un sólido respaldo de la opinión pública. Venezuela acaba de sufrir un muy importante revés en su política comercial, con la reciente prohibición para el uso de la Orimulsión, por un supuesto amigo, la Florida. Al comparar, la total ausencia de una reacción de protesta que hubo por esto, con el revuelo armado por unos blue jeans, sabemos que Venezuela no está preparada para defenderse.
Finalmente, deseo aclarar que, aún cuando mis comentarios puedan y, hasta con razón, situarme en el campo de los proteccionistas, esto no implica, en forma alguna, una defensa de las aspiraciones comerciales, que actualmente se debaten en el país, todo lo contrario. Justamente, por creer que un proteccionismo inteligente, puede ser un arma muy importante para el desarrollo integral de un país, soy de los que más protesta cuando se usa, a la ligera, para el sólo desarrollo de unos intereses individuales.
Publicado en Economía Hoy el 17 de Noviembre de 1998





noviembre 03, 1998

Corrupción ¡La pelea como que va!

El 21 de Noviembre de 1997 la OECD, organización económica que abarca los países desarrollados, aprobó el "Convenio para Combatir el Soborno de los Funcionarios Públicos en los Negocios Internacionales". Para finales de 1998, se espera que la mayoría de los países suscriptores habrán ratificado su validez y que entre en vigencia a principios de 1999.
La reacción normal, ante este tipo de decreto, suele ser la de cuestionar su sinceridad o su aplicabilidad. Es decir, considerarlo como "otra manipulación hipócrita destinada a tranquilizar la conciencia del mundo desarrollado" o, simplemente, "otro esfuerzo legaloide inútil para alterar las realidades del mundo".
Cuando leemos, en los comentarios que se han formulado sobre el mencionado Convenio, que los sobornos prohibidos no incluyen "los pequeños pagos "facilitadores" …, que en algunos países son hechos para inducir a funcionarios públicos a cumplir con sus funciones", y se argumenta que estos "pequeños pagos" deben ser combatidos por cada Nación individual, ya que una criminalización, por parte de otros países, no parece una acción efectiva; es lógico que sintamos una cierta desesperanza.
No obstante, como ciudadanos interesados en combatir la corrupción, creo que no debemos ignorar dicho Convenio. En efecto, si leemos el mismo, con detenimiento, podemos observar la existencia de algunos elementos que, bien manejados, pudiesen ser de mucha relevancia. Estos son: la contabilidad del gasto del soborno y su deducibilidad para fines de impuestos.
En cuanto a la contabilidad, el Convenio establece que se debe prohibir "la contabilidad extra libros, …el registro de gastos no existentes, el registro de pasivos sin la correcta identificación de su objeto, y el uso de documentación falsa,… con el propósito de sobornar a funcionarios públicos extranjeros o de ocultar tales sobornos”. Los países signatarios, por su parte, se comprometen a efectivamente establecer penas civiles, administrativas y penales que, de manera racional y proporcional, ayuden a disuadir tales actividades. 
De lo anterior, podríamos deducir que, en cierta forma, se están constituyendo a los contadores y auditores como garantes de la lucha contra la corrupción. De ser esto así, y de ser cierta la creencia de que los contadores públicos, en general, no se distinguen por ser amigos del riesgo, entonces y por cuanto, al incumplir con las normas, podrían ser considerados como cómplices del soborno, es de esperar que esta medida, bien implementada, tenga un efecto significativo.
El otro aspecto, se refiere a la deducibilidad del gasto de soborno. Sorprende que sea necesario reglamentar sobre la materia, pero resulta que en muchos países, aún entre los que se dan golpes de pecho y se consideran ejemplos de pulcritud, los sobornos pagados a funcionarios públicos extranjeros son gastos deducibles del Impuesto Sobre la Renta. La OECD reporta que en un país Europeo, entre 1988 y 1992, el Fisco recibió 109 aplicaciones solicitando la deducibilidad de sobornos. 
También se indica que, a veces, la deducibilidad está sujeta a que el pago del soborno sea reconocida, como una práctica común en el país del pago, es decir, como un gasto normal y necesario. Transparencia Internacional es el nombre de una fundación dedicada al desarrollo de elementos, que pueden ser útiles para combatir la corrupción y uno de sus productos es el muy conocido Indice de Percepción de la Corrupción. Lo anterior nos hace pensar, en la horrible posibilidad de que alguien esté usando el mencionado Indice, para justificar la "normalidad" de su gasto y así lograr la deducibilidad fiscal del soborno.
El convenio de la OECD incluye un acuerdo para prohibir la deducibilidad fiscal del soborno. Al implementarse esto, no sólo se incrementará el costo del soborno, sino que, además, se logrará establecer una relación directa entre la Legislación Fiscal y el pago del soborno. Ambos hechos habrán de desestimular tanto la comisión del delito, como su ocultamiento.
En conclusión, creo que, al declarar como crimen el soborno de un funcionario público y ampliar la necesaria red de cómplices, al incluir contadores y auditores y, además, dar a entender que el supuesto de hecho que configura un soborno, pudiera tener también consecuencias jurídicas de índole fiscal, nos da la esperanza de que se esté configurando una posibilidad cierta de asestarle un fuerte golpe a la corrupción. Esperamos que así sea.
Puede que yo sea un iluso. Lo cierto es que antes, muchos empresarios podían llegar a un país y sobornar a sus funcionarios y si éstos eran descubiertos, al empresario, en su país, no le pasaba nada. Mañana, en 1999, puede ir a cárcel. Como ciudadano debo, por lo menos, agradecer a la OECD este gesto de respeto.
Venezuela debe brindar todo su apoyo a este Convenio y yo diría, hasta el punto tal, de considerarlo de obligatorio cumplimiento para aquellos países que deseen hacer negocios con el Estado Venezolano. Como mínimo, también deberíamos suscribir el Convenio, como ya lo han hecho Argentina, Brasil y Chile, no obstante no ser miembros de la OECD.